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El Kerusso

Blog de Carlos Rijo Telleria

Sin lugar a dudas, la resurrección de Cristo es el pilar principal de la fe cristiana. Pablo lo dice de manera contundente: «Si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación no sirve para nada, tampoco la fe del creyente». Esto quiere decir que si la resurreción de Cristo es una falsedad, todo lo demás es falso y carente de valor, y toda la esperanza de cristianismo es ilusoria. Es por esa razón que un acontecimiento tan importante, como el levantamiento de Jesús de entre los muertos tres dias después de su crucifixión, debia estar bien probado y documentado; y así fue.

La biblia dice que Jesús se presentó vivo con muchas pruebas. ¿Cuáles son esas pruebas de la resurrección de Cristo?

Para contestar esta pregunta primero debemos aceptar que es un hecho irrebatible que Jesús vivió en el primer siglo en Palestina, y que fue crucificado y sepultado, como lo vimos en nuestro articulo anterior ¿Jesús Realmente Murió en la Cruz? , (así asevera la historia cristiana, judía y pagana), la pregunta intrigante que sigue es: ¿Qué pasó con el cuerpo de Jesucristo? Ningún historiador honesto puede evitar esta interrogante. Realmente, existen solamente cuatro explicaciones para la ausencia del cuerpo del Salvador: (1) el cuerpo está todavía enterrado en alguna tumba desconocida de Palestina; (2) fue removido de la tumba por los enemigos del Señor; (3) fue removido de la tumba por los amigos del Señor; o (4) se levantó de la tumba y ahora está en los cielos. Vamos a considerar brevemente cada una de estas opciones.

(1) Simplemente la historia no apoya que el cuerpo de Cristo esté todavía enterrado en algún lugar cerca de la ciudad de Jerusalén, ya que cuando los apóstoles comenzaron a llenar esa ciudad con las enseñanzas de un Señor resucitado (Hechos 5:28), las autoridades simplemente hubieran enseñado el cuerpo y por ende desmentido el “mito” del evangelio. Y no sería de ayuda sugerir que las autoridades no sabían dónde estaba sepultado el cuerpo de Jesús, ya que ellos habían asignado soldados para custodiarlo. Además, la tumba había sido sellada (vea Mateo 27:62-66), y hubieran habido registros disponibles que documentaran dónde el cuerpo de Cristo había sido colocado.

(2) Es igualmente absurdo argumentar que los enemigos del cristianismo robaron el cuerpo de Jesús, ya que en el día de Pentecostés, cuando Pedro y los otros proclamaron la resurrección de Cristo, aquellos enemigos hubieran volcado abruptamente el cadáver del Señor en medio de la multitud y ¡el Camino Cristiano hubiera muerto con un quejido en ese mismo lugar!

(3) La acusación común de la infidelidad ha sido que los discípulos de Cristo confiscaron Su cuerpo e inventaron la historia de la resurrección. Esto, en efecto, fue el cuento fabricado por los principales sacerdotes quienes sobornaron a los soldados para afirmar que “Sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron estando nosotros dormidos” (Mateo 28:13). ¡Qué imaginación tan brillante—testigos durmientes! Y el apóstol Mateo, escribiendo a lo menos dos décadas después de la resurrección, observó que este rumor ridículo “se ha divulgado entre los judíos hasta el día de hoy” (Mateo 28:15). De hecho, el cuento continuó muchos años más allá del tiempo de Mateo. Además, ¿qué motivo posible pudiera haber poseído a los discípulos para robar el cuerpo, y luego clamar una resurrección cuando ellos ni siquiera habían anticipado la resurrección (cf. Marcos 16:11-13; Lucas 24:10 et.seq.; Juan 20:25)? Y ¿qué ganaban al contar la historia de la resurrección? ¡Ellos no ganaron nada solo tortura y muerte! Aunque los hombres puedan morir por decepción religiosa, ¡ellos no se dirigen voluntariamente a sus muertes sabiendo que están inventando una mentira! Finalmente, existe ese problema inexplicable de cómo los discípulos violaron esa guardia experimentada de soldados y se escaparon con el cuerpo. La noción de que el cuerpo del Señor fue robado por Sus amigos no concuerda con la evidencia.

¿Qué de los Testigos Oculares?

En cuanto a los testigos oculares; Lucas, un médico (Colosenses 4:14) e historiador de primera categoría, después de haber investigado el asunto cuidadosamente, declaró que Jesús “se presentó vivo con muchas pruebas” (Hechos 1:3), apareciendo en numerosas ocasiones durante un periodo de cuarenta días entre Su muerte y ascensión. La palabra “pruebas” traduce un término griego que fue usado por escritores clásicos para “denotar la prueba más fuerte a lo cual un sujeto es susceptible” (Alexander, 1959, p. 5). Los aparecimientos post-resurrección del Señor que están registrados son los siguientes.

  1. Cristo se apareció a María Magdalena en el sepulcro después que Pedro y Juan habían salido (Juan 20:11-17; Marcos 16:9-11).
  2. El Señor se apareció a un grupo de mujeres discípulas que habían visitado Su tumba vacía (Mateo 28:9,10).
  3. Jesús se apareció a Pedro en la tarde el día de resurrección (Lucas 24:34; cf. 1 Corintios 15:5).
  4. Él se apareció a dos discípulos en el camino a Emaús (Lucas 24:13-35; Marcos 16:12).
  5. Cristo se apareció a los apóstoles en la noche de la resurrección [estando Tomás ausente] (Marcos 16:14; Lucas 24:36; Juan 20:19-23).
  6. El Señor se apareció a siete de Sus discípulos al lado del Mar de Tiberias, y preguntó a Pedro tres veces si él le amaba (Juan 21:1-23).
  7. Él se apareció en una ocasión a más de quinientos hermanos, la mayoría de los cuales estaban vivos cuando Pablo escribió la carta llamada Primera a los Corintios (1 Corintios 15:6), lo cual demuestra que la historia de la resurrección podía ser chequeada.
  8. Jesús se apareció a Santiago (1 Corintios 15:7)—probablemente el medio-hermano del Señor quien anteriormente no creía (Juan 7:3-5).
  9. Cristo se apareció a los once discípulos en el monte de Galilea donde Él les dio lo que es llamado la “gran comisión” (Mateo 28:16-20).
  10. El Señor se apareció a los discípulos en el Monte de los Olivos justo antes de Su ascensión al cielo (Lucas 24:44-53; Hechos 1:3-9).
  11. El Viviente (Apocalipsis 1:18) se apareció a Esteban, Su primer mártir (Hechos 7:55,56).
  12. Cristo se apareció al apóstol Pablo en su camino a Damasco (Hechos 9:3-6), luego, cuando Pablo estuvo orando en el templo (Hechos 22:17-21), y mientras estaba en la prisión en Cesarea (Hechos 23:11).
  13. También, el Señor se apareció al “discípulo amado”—Juan—en la isla de Patmos (Apocalipsis 1:12-20).
El estudiante honesto de historia, por tanto, solo tiene una alternativa—¡Jesús de Nazaret realmente sí se levantó de los muertos! ¿Puedes creerlo?
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Nos complace presentarles un artículo interesantísimo extraido del valioso libro Apologética de Norman Geisler y Ron Brooks  en donde se expone de manera casi exhaustiva las evidencias de la muerte de Jesús en la cruz con argumentos irrefutables:

«Antes que podamos probar que Jesús se levantó de los muertos, tenemos que probar que realmene murió. El Corán afirma que Jesús solo fingió morir. (Sura IV: 157), y muchos son los escépticos que dicen que parecia estar muerto, quizá drogado, pero revivió en la tumba. No es un milagro que un hombre vivo salga caminando desde un sepulcro. Para que la resurrección tenga significado, Jesús tuvo que morir primero, y para probarlo debemos considerar varios puntos.

1.- No hay evidencia que sugiera que Jesús haya sido drogado. El rechazó el analgésico que usualmente les administraban a las victimas de la crucifixión (Marcos 15.23). Justo antes de morir le ofrcieron un sorbo de vinagre para  aliviar su reseca garganta lo que no alcanzó a intoxicarlo (v. 36). Su evidente agonía y muerte no encajan en el cuadro de un hombre que está por quedar como muerto en un estado inducido por la droga.

2.- La abundante hemorragia confiere alta probabilidad a la muerte. Su extremo estado emocional le hizo sudar grandes gotas de sangre mientras oraba en el huerto (Lucas 22.44). Probablemente Jesús estaba ya en estado grave o crítico antes de que lo crucificaran, pues la noche anterior a la crucifixión fue golpeado y azotado repetidas veces con un látigo romano (de tres puntas recubiertas con pedazos de hueso o metal), que desgarró los músculos esqueléticos, y preparo las condiciones para un colapso circulatorio. Además, le habian insertado en su cabeza una corona de espinas; luego, entre las nueve de la mañana y poco antes del ocaso (vv. 25,33), sufrió cinco heridas importantes, de las cuales cuatro fueron las de clavos usados para fijarlo en la cruz. Restos hallados de palestinos crucificados, nos permiten saber que esos clavos eran de 12 a 17 centimetros de largo y 1 centímetro de grosor.



3.- Agua y sangre salieron de su costado cuando lo atravesaron con una lanza. la mejor evidencia señala que esto fue un lanzazo asestado por un soldado romano para asegurarse de su muerte. La lanza penetró sus costillas perforando su pulmón derecho, la bolsa membranosa que guarda el corazón y este mismo, dejando salir los líquidos pleurales y la sangre. Jesús estaba incuestionablemente muerto antes de que lo bajaran de la cruz y, quizás antes de que le infligieran la herida con la lanza. Las heridas en sus muñecas y pies deben haber cortado nervios principales. El golpe final atestado a su costado era fatal de por sí (v. 34). 


4.- El procedimiento habitual de la crucifixión incluía quebrar las piernas de las victimas para que no pudieran levantarse y exhalar. Los cricificados se asfixiaban pues sus pulmones se llenaban de dióxido de carbónico. Valga la aclaración: A todos los crucificados les quebraban las piernas. Pero verdugos romanos profesionales, sin dudar un momento declararon muerto a Cristo sin quebrar sus piernas.

5.- Jesús fue embalsamado con treinta o cuarenta y cinco kilos de especias y vendas, y puesto en una tumba custodiada (vv. 39,40). Aunque hubiera despertado en la tumba no podría haberse sacado las vendas solo, haber movido la piedra de la entrada por su riel, pasado entre los guardias y escapado sin que lo vieran (Mateo 27.60).

6.- Pilato pidió pruebas de la muerte de Jesús antes de entregar el cuerpo para el funeral.

7.- Si Jesús hubiera controlado todo esto, su apariencia habría sido más la de un miserable resucitado que la de un Salvador. Es improbable que eso hubiera trastornado al mundo.

8.- La revista de la Asociación Médica Americana, en Estados Unidos, publicó en su número del 21 de marzo de 1986 (p.1463), un artículo sobre el tema cuya conclusión dice: «El peso de la evidencia médica e histórica indica claramente que Jesús estaba muerto antes de que le infligieran la herida en su costado; esa misma evidencia respalda el enfoque tradicional de que la lanza metida entre sus costillas derechas, le perforó probablemente no solo el pulmón derecho sino tambien el pericardio y el corazón, asegurando así su muerte. Las interpretaciones que se basan en el supuesto de que Jesús no murió en la cruz parecen, consecuentemente, contrariar la ciencia moderna».

*_. Norman Geisler y Ron Brooks, Apologética - Herramientas Valiosas Para la Defensa de la Fe, Editorial Unilit, 1997, Edición Especial para LOGOI/FLET, pp. 144-147.
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Toda la hostoria de la cruz de Cristo es sumamente conmovedora. Pero, sin lugar a dudas, hay un momento cumbre en todo este relato de azotes y sufrimientos al que fue sometido el Hijo de Dios, y este momento es ese instante, poco antes de morir, en que Jesús en un grito desesperado clama desde la cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?». Este clamor, sin embargo, no solo es emotivo sino que ha suscitado muchas preguntas, conjeturas y análisis teológicos sin fin. Pero ¿Qué significó este grito?

Para entender esta expresión  con más precisión, debemos ir hacia atrás en el relato y ubicarnos en el lugar llamado Getsemaní en donde momentos antes de su arresto Jesús hace la oración siguiente «Padre, si quieres, no me hagas beber esta copa; pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya.» (Lucas 22.42) Aquí tambien hay un relato muy emotivo. Todos lo evangelios mencionan esta «copa» en referencia al trago amargo de la cruz que implicaba no solamente el sufrimeinto fisico que se acercaba, sino el momento en que se quedaría solo en la Cruz. En en otras palabras, «la copa» se refiere plenamente al momento preciso en que Jesús se quedaría solo en la cruz, expuesto durante tres horas, abandonado, sin la compañia del Padre. La llegada de este momento de soledad significó una agonia sin precedentes en la vida de Jesús.

Ahora,  acercandonos a la escena de la cruz, el relato biblico señala que desde la hora sexta hasta la hora novena, es decir, desde las 12 del medio dia hasta las 3 de la tarde, de manera sobrenatural, hubo una gran oscuridad sobre la ciudad, y es a las tres de la tarde que Jesús gritó a voz en cuello: —Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» Marcos 15.34. D. W. Burdick, muy atinadamente, comenta lo siguiente sobre este pasaje:
«Jesús había estado en la cruz seis horas. Su exclamación repite las palabras de Salmo 22.1 (...). Este desolado grito nos permite entrever los sufrimientos internos de Cristo crucificado. Su mayor agonia no fue de orden fisico; fue más bien agonia de espiritu bajo el peso de la culpa correspondiente al peacado del mundo. El sentido en que Dios habia desamparado a Cristo era que el Padre se habia apartado de la comunión con el Hijo.»
Jesús se convirtio en objeto del desagrado del Padre, absorviendo en el toda la «copa» de la ira de Dios debido al pecado de la humanidad. Durante más de tres horas de sufrimiento fisico y espiritual se mantuvo en la cruz sin comunión con el Padre. Es imposible que Dios mire el pecado complacido y era imposible que en la cruz el Padre mirara complacido a su Hijo mientras cargaba con todo el pecado de la humanidad, por eso lo abandonó, por eso Jesús estuvo solo en la Cruz.
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Para muchos es dificil asimilar el sufrimeinto y la muerte de Jesús. Pero si Él había de redimir a la humanidad, tenía que hacerse humano. Tenía que hacerse como nosotros y sufrir en carne propia para hacernos como Él. Por eso La Biblia hace hincapié en el hecho de que Jesús sufrió los azotes, la carga pesada del madero, los clavos, el hambre y la sed. Quería hacer ver que era verdaderamente humano, y que realmente experimentó la agonía de la Cruz. Juan, especialmente, se detiene todo lo necesario para subrayar el hecho de la perfecta humanidad y el sufrimiento real de Jesús.

Por eso Juan nos habla de el gran grito que escucharon todos los que estaban presente ante la cruz, pero lo hace pausado para darle a este momento el caracter y la emotividad que requería; no era para menos, se trata del momento cumbre de todo el propósito de Dios al enviar a su Hijo. Asi lo expresa Juan:
Después de esto, como Jesús sabía que ya todo había terminado, y para que se cumpliera la Escritura, dijo: —Tengo sed. Había allí una vasija llena de vinagre; así que empaparon una esponja en el vinagre, la pusieron en una caña y se la acercaron a la boca. Al probar Jesús el vinagre, dijo: —¡Todo se ha cumplido!. Luego inclinó la cabeza y entregó el espíritu.
Juan 19: 28-30

Como vemos aqui, diferente a los otros evangelios solo se limitan a decir que Jesús lanzó un gran grito, Juan sí nos dice que Sus últimas palabras fueron: «¡Todo se ha cumplido!» esto para hacer hincapie en su completo sufrimeinto.

Pero esta palabra «¡Todo se ha cumplido!» es una palabra en griego, tetélestai que literalmente significa «¡La cuenta está saldada!» ; es decir que, Jesús murió con un grito de triunfo en Sus labios. No dijo: «Todo se acabó,» como reconociendo Su derrota; sino proclamando Su victoria con un grito de júbilo. Parecía estar destrozado en la Cruz, pero sabía que había obtenido la victoria. Su muerte sería el pago por nuestros pecados y llegó el momento de hacer efectivo ese pago entregando su espíritu.

Todo esto sucedió exactamente a las 3 de la tarde del viernes, hace más de dos mil años. Despues de aproximadamente tres años de ministerio al fin habia terminado la batalla. Ninguna tarea humana ha sido tan dificil de cumplir, pero Jesús la cumplió muriendo en sustitución de nosotros ¿Puedes Creerlo?
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No había una muerte peor que la crucifixión. Hasta los romanos la miraban con horror. Algunos declaraban que era « la muerte más cruel y aterradora.» Tácito dijo que era «una muerte denigrante». Se dice que este método de ejecución fue impulsado por los persas y tal vez lo inventaron porque para los persas la tierra era sagrada, y no querían contaminarla con el cuerpo de un criminal; así que le clavaban a una cruz y le dejaban morir allí, a la vista de los buitres y de las otras carroñeras que terminarían la ejecución. Los cartagineses adoptaron de los persas la crucifixión, y los romanos, de los cartagineses.

La crucifixión es una acción tan nefasta que no se podría describir con palabras, porque no tiene calificativo.» Fue esa muerte, la más terrible del mundo antiguo, reservada para esclavos y criminales, la que sufrió Jesús.

Después de celebrarse el juicio y de ser condenado el criminal, el juez pronunciaba la terrible sentencia: «¡Irás a la cruz!» El veredicto se llevaba a cabo inmediatamente. Se ponía al condenado en medio de una compañía de cuatro soldados. Se le colocaba el travesaño de la cruz sobre los hombros. Era costumbre azotarle antes, y las imágenes llevadas al cine nos recuerdan lo terrible que era; y era corriente que hubiera que seguir pinchándole o azotándole a lo largo del camino para que siguiera adelante o se levantara si se caía, hasta que llegara al lugar de la ejecución. Delante de él iba un oficial con el cartel en el que se podía leer el crimen por el que se le había condenado, y se le conducía pasando por el mayor número posible de calles. Eso se hacía por una razón esencial, para que el mayor número posible de personas lo vieran y tomaran ejemplo.

El lugar de ejecución en Jerusalén se llamaba El lugar de la Calavera, Kranion, en hebreo Gólgota. (Calvario es la palabra latina con el mismo significado). Estaba fuera de la muralla, porque no era legal crucificar a nadie dentro de los límites de la ciudad. No se sabe con absoluta certeza dónde estaba.

Así es que Jesús salió, destrozado y sangrante, con la espalda rasgada en tiras por los azotes, llevando Su Cruz a la que luego fue atravesado por enormes clavos de hasta 17 cm.; con sed, con hambre y ante la mirada incesante de aquellos que lo acusaban y se burlaban de lo que consideraban miserable. Y sin embargo a todo esto Jesús lo llama "Su Gloria" ¿Puedes creerlo?
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Desde muy temprano en la historia del cristianismo, se produjo una controversia trágica y lamentable sobre quienes fueron los culpables de la muerte de Jesús en la cruz. Por un lado, estaban los que veian con resentimientos al imperio romano y sus ciudadanos, y por otro lado, de manera mucho más marcada  un antisemitismo que alcanzó su maxima expresión en los campos de concentración construidos por el régimen de la Alemania nazi, solo porque, entre otras cosas, consideraban a los judios culpables de la muerte de Jesús.

Pero, ¿Quién o quienes fueron los culpables de la muerte de Jesús ¿Fueron los romanos? ¿Fueron los lideres y el pueblo judío? La respuesta final a esta pregunta es sin duda: Dios. Sí, y aunque para muchas personas esta es una idea sorprendente, esta es la única conclusión a las que nos conduce la biblia.

El profeta Isaias unos 600 años antes de Cristo dijo:«Fue la voluntad del Señor quebrantarlo sujetándolo a padecimiento» (Isaias 53.10)

El Nuevo Testamento, Pablo dice: «[Dios] no escatimó ni a su propio hijo, sino que lo entregó por todos nosotros» (Romanos 8.32) y otra vez exclama: «Dios lo puso [a Cristo] como propiciación... por su sangre, para ser recibido por fe» (Romanos 3.25).

Jesús mismo en una de sus más asombrosas declaraciones  afirmó:

«... Yo pongo mi vida para volverla a tomar, nadie me la quita , sino que yo la pongo de mis mismo . Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.» 
(Juan 10. 17-18)

De manera que Dios mismo fue quien planificó la muerte de su hijo. Nada de los que ocurrió en la vida de Jesús fue un accidente. Era la voluntad del Padre Dios llevarlo al padecimiento. Jesús escogió morir. El lo aceptó y cumplió el plan hasta decir: ¡Consumado ES!

Pero concluido que Dios planificó la muerte de su Hijo, esto no puede quedar ahí, surge en consecuencia la pregunta: ¿Cuál fue el propósito del Padre al crucificar a su Hijo? Las palabras de Juan 3.16 nuevamente nos dan una respuesta contundente: «De tal manera amó Dios al mundo que envió a su único Hijo [a morir] para que todo aquel que crea en él tenga vida eterna».
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