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El Kerusso

Blog de Carlos Rijo Telleria

Grandes cosas a menudo vienen en paquetes pequeños, y en el campo de la nanotecnología, los paquetes llegan a ser cada vez más pequeños. El término nanotecnología viene de la medida del nanómetro. “Un nanómetro es la millonésima parte de un milímetro, y un cabello humano tiene alrededor de 80,000 nanómetros de ancho” (“Nanotechnology”, s.d.). La nanotecnología intenta construir circuitos electrónicos, maquinarias y estructuras microscópicas al trabajar en la escala de las moléculas y átomos individuales. Se han vertido millones de dólares y cientos de miles de horas en este campo de investigación con el propósito de encontrar la cura para el cáncer, maneras de hacer a las computadoras más pequeñas y lograr otros descubrimientos tecnológicamente beneficiosos.

El 6 de junio de 2006, la versión en-línea de Technology Review, una revista científica prestigiosa, incluyó un artículo titulado, “A Sponge’s Guide to Nano-Assembly” [“El Manual de una Esponja para el Nano-Montaje”] (Bullis, 2006). El sentido general del artículo es que las esponjas naturales parecen mantener la habilidad de montar estructuras provechosas de vidrio en el nano-nivel. Daniel Morse y su equipo de investigación de la Universidad de California-Santa Barbara han comenzado a imitar los procesos de ciertas esponjas con esfuerzos exitosos para mejorar la nano-construcción. Potencialmente, este nuevo descubrimiento pudiera guiar, entre otras cosas, a la creación de “baterías más poderosas y células solares muy eficientes a un precio más bajo” (Bullis, 2006).

Este avance científico es uno de muchos en el campo cada vez más popular de la bioimitación o biomimética—la rama de la ciencia que imita los procesos o estructuras encontradas originalmente en el mundo biológico. Concerniente a la habilidad de la bioimitación para ayudar a la nanotecnología, Bullis anotó: “[U]na de las estrategias más prometedoras es intentar imitar la habilidad remarcable de la naturaleza para auto-montar formas complejas con precisión en la nano-escala” (2006). Básicamente, los científicos más brillantes en el campo tratan de copiar lo que ven en la naturaleza.

El observador astuto no pasará por alto la implicación involucrada en esta investigación. Si los científicos inteligentes usan sus facultades mentales al máximo solamente para imitar el diseño ya existente en el mundo natural, entonces el Agente Inteligente detrás de ese diseño natural debe tener una inteligencia superior a la de los científicos. La idea de que tal nanotecnología impresionante pudiera evolucionar durante millones de años a través de un proceso inconsciente como la evolución biológica no es plausible al considerar tal diseño natural y el entendimiento tecnológico.

Solamente reconocer el potencial vasto de las habilidades de la naturaleza agota los talentos de los científicos más dotados, y aun más imitarlas exactamente o aproximarse a ofrecer algún tipo de mejora para el sistema. En realidad, la única explicación razonable para la existencia de tal diseño natural increíble es la existencia de un Diseñador Inteligente—el Técnico Nano de la Naturaleza—el Dios de la Biblia.

Original de Apologetics Press
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J. P. Moreland cuenta esta anécdota cuando fue invitado a una fiesta privada en la casa de un cristiano cuyo jefe era incrédulo y se basaba en el cientificismo. Desde que el incrédulo saludó a Moreland al ser presentados, de inmediato embistió contra él diciendo:

“Yo solía creer que la religión y la filosofía eran importantes, pero ahora reconozco que son solo superstición. La ciencia es la única área donde podemos obtener el conocimiento. Si tú puedes cuantificar algo o probarlo en un laboratorio, entonces puedes llegar a conocerlo. Si no es así, entonces es sólo tu opinión contra la de otro. Para mí, el único valor de la religión es que al creer en ella ayuda algunas personas que necesitan este tipo de incentivos, pero en realidad las creencias religiosas ni son ciertas ni son racionales porque no son científicamente comprobables”.

Como buen apologista, Moreland no lo interrumpió y lo dejó hablar por diez minutos que le parecieron los más largos de toda su vida. Así que de la manera más amable, mansa y humilde que le fue posible, finalmente tuvo el chance de responderle: “Tengo algunas preguntas para usted, Sr. Smith. Estoy perplejo en cómo poder entender lo que usted ha afirmado los últimos diez minutos. Usted no ha dicho ni una sola frase basada en la ciencia y nada de lo que usted ha afirmado es demostrable o cuantificable científicamente en lo más mínimo. De hecho, usted se ha pasado el tiempo declarando afirmaciones filosóficas acerca de la ciencia y la religión. Ahora, me queda la impresión de que usted pretende que yo tome su monólogo de diez minutos como algo que es verdadero y racional. Pero ¿cómo podría ser esto posible, dado su cientificismo, porque usted mismo no cree que las aseveraciones filosóficas sean ciertas o racionales? Por otro lado, si usted no cree que sus propias aseveraciones son verdaderas o racionales, ¿por qué nos ha estado aburriendo con expresiones emotivas y autobiográficas por los pasados diez minutos? Después de todo, los bocadillos se están enfriando.”

Imagínense la reacción de este cientificista, según la anécdota se quedó chocado y callado, pero Moreland no lo dejó ahí. “Le tengo otra pregunta, Sr. Smith. Como usted sabe, ha habido varias definiciones acerca de la verdad que han sido ofrecidas por diferentes pensadores. ¿Podría usted darme una sola prueba científica que ofrezca una definición de la verdad en sí misma o que muestre que existe tal cosa como la verdad? Yo creo que la verdad es una declaración que se corresponde con la realidad del mundo exterior. Si yo digo que la yerba es verde, y de hecho, es verde, mi afirmación es verdad. Pero ¿podría usted darme un tipo de prueba científica que demuestre que estas asunciones son correctas y razonables para ser creídas?”

Solo para no dejarlos en suspenso, dice Moreland que la actitud del Sr. Smith cambió ante sus ojos, y el resto de la noche pudieron conversar sobre el evangelio y muchos otros asuntos relacionados.
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Romanos 7:7-25; 8:1,2.

7¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás. 8Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto. 9Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí. 10Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte; 11porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y por él me mató. 12De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.
13¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso. 14Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado. 15Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. 16Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. 17De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. 18Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. 19Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. 20Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.
21Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. 22Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; 23pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. 24¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? 25Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro.



Aquí está unos de los pasajes más sorprendente y conmovedores de todo el Nuevo Testamento. Pablo nos cuenta una autobiografía de su condición espiritual y destapa su corazón y su alma para mostrarnos la situación general del ser humano.


La Ley y el Pecado (7:7)

Pablo primeramente establece un contrasentido de la ley, ¿La ley es pecado? En ningún sentido la ley puede ser estimada como pecado, la ley es dada por Dios y por lo tanto es santa. Sin embargo la ley es el medio por el cual el pecado, o sea el impulso pecaminoso, se implanta en el ser humano. Esto sucede de dos formas:

a) La ley define el pecado. Sin una definición del pecado por medio de la ley nadie puede ser acusado de una falta. Por ejemplo, no sería una violación manejar en vía contraria si no existiera una ley que lo prohíba.
b) La ley hace el pecado más deseable. Por lo común a la gente le fascina lo prohibido.


La Maldad del pecado (7:8,9)

El apóstol continúa diciendo que el pecado se aprovechó del mandamiento para seducirlo y matarlo. Cómo el pecado produce esta seducción:

a) El pecado promete satisfacción.
b) Nos engaña prometiendo una disculpa.
c) El pecado nos dice que no habrá consecuencias.

Sin embargo el pecado solo produce cosas diferentes a estas, como lo ilustra la siguiente anécdota:

«Había un hombre en el pueblo, que robaba toda la leña que utilizaba para su negocio de vender pollo asado. En las madrugadas frías y oscuras salía de su casa y se llevaba la leña de distintas leñeras de las casas vecinas. Pero el hombre muchas veces tenía que cerrar el negocio en las horas de mayor venta porque el sueño lo vencía. Se hizo un cálculo, y se demostró que el hombre perdía más tiempo y trabajaba más para conseguir de este modo su combustible, que lo que hubiese hecho si hubiera trabajado honestamente. Y este ladrón es una figura de miles de hombres que trabajan mucho más para agradar a Satanás que lo que harían para agradar a Dios».



El Poder Transformador del Pecado (7:10-13)

¿Entonces la ley produce muerte? La respuesta de nuevo es no, sino que el pecado muestra su terrible naturaleza al tomar la ley, que es santa, justa y buena, como instrumento para el mal. Así el impulso pecaminoso puede tomar algo bueno y convertirlo en objeto para el mal. Ejemplos:

a) Tomar la delicadeza del amor y convertirla en lujuria.
b) Convertir el deseo de libertad y prosperidad en una obsesión de dinero y poder.
c) Usar la bella amistad como seducción para cosas malas.

Todo esto sucede para que sea manifiesto lo nefasto que es el pecado, porque puede tomar lo maravilloso, bueno y limpio para contaminarlo con su solo contacto.


Atado a Un Cadáver (7:14-24)

Ahora, de los versículos 14 al 24 el apóstol desnuda su alma y nos habla de una experiencia que es común a todos los seres humanos. Pablo Se declara un pecador incapaz de vencer sus propios impulsos. Un esclavo del pecado. Sabía lo prohibido pero era incapaz de rechazarlo, también sabía lo que tenía que hacer pero le faltaba fuerza para ejecutarlo. Reconoce una doble personalidad en él que lo quería conducir a lados diferentes pero su concupiscencia lo llevaba cautivo a hacer finalmente lo que era incorrecto. Su grito final es desesperante:

¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?


Esta exclamación surge de un alma condenada. En la antigua Roma existían dos formas de castigo muy severas para los condenados por insurgencia, asesinato o crimen. Una de ellas era la crucifixión, que consistía en fijar al inculpado a un madero comúnmente atravesando sus pies y sus manos con grandes clavos. La otra, era exclusiva para los asesinos, estos en muchos casos, eran atados literalmente al cuerpo muerto de su víctima y obligados a permanecer así hasta que también morían por el efecto de la putrefacción del cadáver.

Es muy probable que el apóstol estuviera pensando en esta escena cuando decidió incluir esta expresión en su carta. Si esto es así, entonces el pecado es como ese cuerpo en descomposición pegado a nosotros y que nos contamina célula por célula hasta finalmente matarnos.

¿Pero, de qué vale saber todo esto? conocer lo que es el pecado y alejarnos de él son dos cosas muy diferentes. Sabemos que el pecado nos vuelve infelices pero nos preguntamos: “: ¿Quién nos librará de este pecado de muerte? Esto se puede comparar perfectamente con el médico que conoce con exactitud los estragos de una enfermedad pero no sabe como curarla. El mal es a veces muy evidente ante nosotros pero corregirlo y eliminarlo es algo que escapa de nuestro límite.

Jesús, Única Solución Contra el Pecado (7:25- 8:1,2)

Pablo se brinda una respuesta inmediata: ¡Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro!
La solución no estaba en él. Solo el Señor Jesucristo ofrece no solo un diagnóstico de la enfermedad, él puede curarla.

También el capítulo ocho continúa con la respuesta a esta pregunta, pero solo los primeros dos versículos resumen la magistral conclusión de este pasaje cargado de revelaciones dramáticas:

8:1 Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

8:2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.

Como lo ilustra esta historia final:



Un Castillo de Pecados Destruido

«El misionero se estaba esforzando en hacer comprender a los míseros nativos de aquella aldea africana, cómo el poder de la sangre de Jesús basta para limpiarnos de todos nuestros pecados, sin adición ninguna de dogmas ni ceremonialismos. Al fin, una mujer se acercó a él, y con pena le confesó: “Señor; pero mis pecados son tantos y tan grandes como un enorme castillo. ¿Puede Jesús borrarlos todos?”. El misionero contestó: “Vamos pues, a la orilla del agua, y levantemos un castillo con un montón de granitos de arena. Luego nos sentamos cerca y esperamos. Veremos lo que sucede”. Así lo hicieron. Al rato vino una ola y arrasó con todo el castillo. La mujer quedó pensando un instante y por fin exclamó: ¡Ya lo veo! ¡Ya lo veo! Como la mar se llevaría todo el montón, así también la sangre de Jesús me lava de ¡todo mi pecado…!»

Amén.
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